
No es exagerado decir que el paseo diario es tan vital para los perros como lo es el oxígeno. Cuando un perro no sale a caminar con regularidad, su salud física y mental comienza a deteriorarse, aunque a simple vista siga moviendo la cola. No basta con amor, comida y un cojín mullido. Sin estimulación externa, los perros se apagan por dentro, como una vela sin oxígeno. En lo físico, los efectos son rápidos y notorios. El sedentarismo provoca sobrepeso, rigidez en las articulaciones y problemas cardiovasculares.
Algunas razas, como los labradores o los pastores alemanes, tienen predisposición genética a enfermedades articulares. Si no se ejercitan, el deterioro se acelera. Los músculos se atrofian, la energía se acumula sin salida y la obesidad toca la puerta con sus inevitables consecuencias.
Pero donde el impacto es más devastador —y muchas veces ignorado— es en la mente del perro. Sin caminatas, el animal carece de nuevos estímulos: olores, sonidos, encuentros con otros perros.
La vida se le vuelve una cárcel con vista al jardín. Esta falta de estimulación genera ansiedad, estrés, comportamientos destructivos e incluso depresión.
¿Tu perro muerde los muebles, ladra sin motivo o se lame compulsivamente?
Quizá no está malcriado: está aburrido, frustrado o triste.