Adopta su nombre de la provincia de Akita, al norte de la isla principal del archipiélago nipón. Siendo en el siglo XVIII patrimonio de la nobleza, símbolo de bienestar y salud, animal casi sagrado, a finales del siglo XIX se convirtió en un pero de combate, cambiando su aspecto.
Practicamente desaparecido tras la Segunda Guerra Mundial , la cría se reemprendio enseguida en el Japón y en los Estados Unidos, pero sobre bases diferentes. Por consideraciones comerciales, parece ser que ciertos criadores japoneses se orientaron hacia un tipo más espectacular, más exportable, aunque otros se dedicaron a redescubrir el tipo antiguo.